Lo que hoy llamamos «crecimiento» es en realidad la consecuencia de un aumento excesivo de carcinomas que destruyen el organismo social. Estos tumores metastatizan sin cesar y se multiplican con una vitalidad inexplicable y mortal. En cierto momento, este crecimiento ya no es productivo, sino destructivo.
El capitalismo ha sobrepasado hace mucho tiempo este punto crĆtico. Sus poderes destructivos producen catĆ”strofes no solo ecológicas o sociales, sino tambiĆ©n mentales. Los efectos devastadores del capitalismo sugieren la existencia de un instinto de muerte. Freud, inicialmente, introdujo la noción de Ā«pulsión de muerteĀ» con vacilación, pero luego admitió que Ā«no podĆa pensar mĆ”s allÔ» a medida que la idea se volvĆa cada vez mĆ”s central en su pensamiento. Hoy es imposible refl exionar sobre el capitalismo sin considerar la pulsión de muerte.

























