Los economistas se han sentido atraĆdos desde hace mucho tiempo por la ambiciosa bĆŗsqueda de las leyes generales del capitalismo. David Ricardo, por ejemplo, predijo que la acumulación de capital conducirĆa al estancamiento económico y la desigualdad, a medida que una proporción cada vez mayor de la renta nacional acabase en manos de los terratenientes; Karl Marx siguió sus pasos al pronosticar la inevitable depauperación del proletariado, y Thomas Piketty, enĀ El capital en el siglo XXI,Ā emula a Marx en el tĆtulo, el estilo expositivo y la crĆtica del sistema capitalista, proponiendo una audaz teorĆa de la desigualdad aplicable a todas las economĆas capitalistas.
Aunque Acemoglu y Robinson creen que la atención prestada a dicha desigualdad y los debates subsiguientes sobre posibles medidas polĆticas son saludables y constructivos, argumentan que Piketty se equivoca exactamente por las mismas razones por las que se equivocaron Karl Marx y, antes que Ć©l, David Ricardo. Estas bĆŗsquedas de leyes generales obvian las instituciones y la polĆtica, asĆ como la naturaleza flexible y multifacĆ©tica de la tecnologĆa, que hacen que las respuestas a los mismos estĆmulos dependan de aspectos históricos, polĆticos, institucionales y contingentes de una sociedad y una Ć©poca. AsĆ pues, los autores sostienen aquĆ que cualquier teorĆa plausible de la naturaleza y la evolución de la desigualdad ha de centrarse en las instituciones polĆticas y económicas, y esbozan a tal efecto un enfoque alternativo del asunto.
Uno de los ensayos mĆ”s relevantes y citados de los recientes ganadores del Premio Nobel de EconomĆa.

























