Ā«En aquel primer fin de semana establecĆ el rito de la cena. Cuando me sentara a la mesa, tenĆa que haber flores; debĆa haber una botella de vino y que la mesa estuviera puesta con esmero, como por el mejor sirviente. Un libro abierto para poder leer, el equivalente a la conversación civilizada para un solitario. Todo estaba preparado como para recibir a un invitado y el invitado de la casa iba a ser yo.Ā»
En la dĆ©cada de los cincuenta May Sarton compra una casa de campo del siglo XVIII en Nelson, Nuevo Hampshire. Siempre habĆa soƱado con la casa ideal y con una nueva vida en ella. Una casa propia son sus memorias sobre cómo compró esa primera casa y sobre los primeros diez aƱos que vivió en ella: las alegrĆas y las penas de la jardinerĆa, las personas que fueron a visitarla y su rutina diaria como escritora. TambiĆ©n nos habla de ese proceso tan intenso y personal de transformar una casa en un hogar; pinta las paredes de blanco para captar la luz y busca el tono preciso de amarillo para la cocina.
En esta Ā«casa vivaĀ» descubre la paz y la belleza, trabaja en el jardĆn, excelente metĆ”fora de la vida fuera de Ć©l, y no deja nunca de escribir.
Son pƔginas llenas de belleza e iluminadas por sus reflexiones sobre la amistad, el amor, la naturaleza y su universo creativo.

























